El límite del Diálogo

Calle de duendes de primavera que atrae a los hombres sedientos y sacude su polvo a la diestra de las respiraciones, por un camino de miradas furtivas, oh blancos senos ¿ en que olvido de las horas de peligro os encontré?.
Ardiendo hasta que nos detiene una frágil muralla de calma, un despertar de ruidos y perfumes.
Ya no quiero retroceder por los caminos acosado por las migraciones de las medusas.
Hacia el oriente las manos señalan la partida del sol de la gravedad.
Ya no quiero envejecer en hoteles carcomidos por las prohibiciones, donde los transeúntes se inmovilizan envueltos en sus sueños, en tanto, las lianas crecen ávidas hacia la vertiente de los pájaros.
Un mar distante y la próxima sangre entablan el diálogo de la frialdad y el ardor. Los teatros están desiertos
Los pasos se alejan en la soledad que tu respiras y se balancean los rostros.
Los desconocidos se saludan profundamente hasta el límite de la petrificación.
Aspirando a un retorno de otros climas en los que la vegetación se enciende y el deseo hace hervir su sorda potencia hasta consumirse a si mismo sin llamas, sin cenizas.
Voracidad del aliento al atravesar impávido el foso que todo lo separa.
Estamos en el límite del diálogo, refugiados en los portales donde un sol sin esperanza renuncia a iluminar la amarga quietud. Molineros de la molicie soportando incrédulos la consagración de la inocencia.
Estamos en el límite del diálogo, allí donde se alcanza el corazón del conocimiento, asi se logra arrebatar su mercadería a los traficantes del misterio y la soledad, asi se ahuyenta a los mercaderes del silencio.
ALDO PELLEGRINI
